En la epístola a los colosenses, San Pablo dice lo siguiente:
Pero la carta no está en la Biblia, es decir está perdida. ¿Por qué habrá sucedido esto?
¿Quizás porque en ella Pablo escribió lo siguiente?:
"¿Queréis acaso con esto realizar un servicio agradable al Señor, adorándole en un templo construido por las manos de los hombres, a través de ceremonias e inciensos, y a través de oraciones muertas escritas sobre papiros largos o anchos?" (Laodicea 3:5)
Es evidente que la iglesia imperante ignoró el consejo de Pablo y, con el tiempo, empezó a construir, no solo templos, sino también catedrales. Si bien en ellos se celebra un culto a Dios, pero de verdad ha querido Dios esto, o más bien prefiere, como lo escribe Pablo:
"... si queréis una casa completamente agradable a Dios... entonces ¡construid un hospital para enfermos, los que sufren, lisiados, ciegos y sordos, y una casa para viudas y huérfanos, y una para los extranjeros accidentados, sin excepciones, sean quienes fueran!" (Laodicea 3:13)
El libre albedrío del hombre religioso ha permitido que la iglesia pierda una carta tan importante. Pero la Misericordia del Señor nos ha devuelto la carta original.
Los textos como los siguientes hablan un idioma claro y conciso:
"Oh, mirad, ¡cuánto os ha engañado un apóstol de Satanás! Acaso no fue Cristo —en Quien vive la plenitud de la Divinidad— sentenciado a muerte en el Templo? ¿Acaso no profetizó Él Mismo con anticipación sobre su completa destrucción?
¿Cómo pues Él pudiera tener ahora complacencia en lo que ha advertido mucho a sus discípulos y, en el espíritu, también a mí diciendo: “¡Cuidaos de la levadura de los fariseos y los sumos sacerdotes!”? — ¡¿Y ahora queréis reconstruir la antigua casa de juicio, que ante Dios es un horror, para que sea una morada del Señor y para que en ella queráis matarle múltiples veces?!
¡¿Cuán ciegos y cuán mundanos os habéis vuelto para no tomar conciencia de esto ya a la primera vista?!" (Laodicea 3:6-8)
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